A Raquel le apasionan las corridas desde la adolescencia. Ya desde bien joven vio por primera vez una película porno donde un hombre con una polla grande se corría abundantemente en la cara de otra mujer. Raquel quedó fascinada por lo que era capaz de hacer la polla de un hombre y se juró a si misma que algún día ella sería la mujer que se tragara esa corrida monumental. Ya de joven y habiendo perdido la virginidad, era una experta feladora de rabos y succionadora de semen. En el barrio la conocían como la aspiradora, porque lo chupa y absorbe todo. Tenía una predilección especial por las pollas gordas y gruesas porque según ella le apretaban la boca y era mejor a la hora de chuparlas. Ella no follaba por el culo y el coño apenas lo usaba para follar, lo que le iba es mamarla hasta el final feliz. Chupar y comer las corridas de los penes era su hobby y ya había probado casi todos los penes de su barrio que se contaban por centenares. Decían que se metía las trancas hasta el esófago y las mantenía allí hasta que eyaculara en su garganta, le encantaba sentir el calentor del semen dentro de ella.